SABER ESCUCHAR (SE), UNA HERRAMIENTA PARA LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS EN LA PAREJA
marzo 30, 2017 10:01 amSABER ESCUCHAR (SE), UNA HERRAMIENTA PARA LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS EN LA PAREJA
A las cuatro menos diez llamaron a la puerta. Eran Antonio y Rosa. Su relación de pareja no iba del todo bien y habían decidido ir a terapia con el fin de mejorarla. Los dos tenían interés y ganas de estar juntos y querían solucionar los problemas de su vida cotidiana que a veces no sabían cómo afrontar y que estaban deteriorando cada vez más su relación. Hoy habían llegado 10 minutos antes de su hora. Les abrí la puerta y percibí en ellos expresiones de dolor, enfado, preocupación y una tensión más intensa que en otras ocasiones. Nos miramos en silencio durante unos segundos y les dije que entraran. Enseguida les pregunté cómo estaban. Preferí que primero hablaran ellos y entonces confirmaron mi percepción.
“Estamos fatal” dijo Antonio. Como ya sabía que le iba a preguntar qué significaba fatal para él, antes de que yo le dijera nada siguió hablando “Estamos casi sin hablar desde el lunes. Como siempre, nos hemos enfadado por una tontería y no sabemos salir de ahí”. Me contó entonces que el motivo de la discusión había sido porque Rosa se quejaba de que él siempre dejaba su ropa tirada por ahí por la casa, sobre todo en el baño después de ducharse. – “El lunes cuando llegué a casa se puso como una furia con ese tema y claro, yo me enfadé, total, qué tontería! No tenía razón para ponerse así, no era para tanto!”. – dijo Antonio. – “Para tanto y más” dijo Rosa. “¡Te lo he repetido muchísimas veces, te he dicho lo que me molesta llegar a casa y que esté todo tirado por ahí, te lo he dicho de muchas maneras y ya no puedo más. Pareces un niño!” . – “¡Me parece que exageras un poco. No creo que sea tan importante y además a mi también me molestan muchas cosas tuyas y no te digo nada!”. – “No me digas que exagero. Siempre haces lo mismo. No reconoces nada y estoy harta”. Los dos estaban enfadados y realmente molestos. Me contaron que la discusión del lunes duró toda la tarde, que estuvieron reprochándose un montón de situaciones sin parar de culparse el uno al otro y sin conseguir solucionar nada.
– “Es que no me escucha” decía Rosa. – “Claro que te escucho” le contestó Antonio. – “No me escuchas porque si no harías lo que te digo. Y nunca me haces caso” siguió diciendo Rosa. En ese momento les dije que pararan de hablar y que trataran de ver qué estaba pasando y dónde estaba el atasco. Ninguno de los dos escuchaba al otro, ni le tenía en cuenta. Un conflicto es una situación de desacuerdo en la que dos personas o más quieren conseguir objetivos que no parecen ser compatibles y eso les lleva a tener un enfrentamiento. Suele ir acompañado de enfado. Sin embargo es importante que tengamos la capacidad de separarlos, porque el enfado es una emoción básica que nos sirve para defendernos y poner los límites necesarios, pero no suele ser una herramienta que nos ayude a solucionar nada.
Por el contrario, escucharse sí que nos facilita estar con el otro y tratar de llegar a un acuerdo. Escuchar es algo más que contestar o mantener un diálogo con otra persona. Antonio y Rosa no se escuchaban. Mientras uno hablaba, el otro internamente estaba preparando una respuesta para defenderse. Parecía que se escuchaban, pero ninguno de los dos percibía al otro receptivo para acoger lo que decía.
Escuchar es oír y concentrarse en lo que la otra persona está diciendo poniendo atención, curiosidad e interés. Es estar presente para el otro sin tener un diálogo interno, sin estar pensando en otra cosa al mismo tiempo. Y sin hablarle de mí. Es estar sólo para el otro. También significa estar abierto a escuchar cuando la otra persona no está de acuerdo o tiene ideas diferentes a las tuyas. En todo conflicto hay una parte que tiene que ver con la relación y otra que tiene que ver con el contenido.
Escuchar es una habilidad que nos permite atender a la parte del conflicto que tiene que ver con la relación, que es donde suele estar el problema. Lo que estaban haciendo Antonio y Rosa era atender al contenido, sin embargo el atasco estaba en la cuestión relacional y no en el tema de la discusión, en este caso, el hecho de dejar la ropa tirada por ahí. Eso daba igual. Lo importante era cómo se sentían. A Rosa lo que le molestaba era no sentirse tenida en cuenta en algo que era importante para ella. Y a Antonio lo que le molestaba era sentirse criticado y juzgado. Más allá de la cuestión de la ropa, éste era el conflicto relacional que se repetía una y otra vez entre ellos.
Para poder resolver un conflicto tenemos que atender sólo a la situación presente, y no utilizar el momento para sacar todas las recriminaciones acumuladas y toda la lista de quejas y malestares de la relación, como estaban haciendo Antonio y Rosa. Si tenemos una montaña de problemas no podemos solucionarlos a la vez. Esto suele pasar en las parejas que no tienen mucha comunicación y que no suelen expresar lo que les molesta del otro. En toda relación existen diferencias y lo que pasa cuando no se tienen en cuenta es que al final tenemos un saco lleno de quejas. Entonces, cuando se tiene una oportunidad se pretende vaciar todo de golpe. Fritz Perls, principal creador de la Terapia Gestalt, utilizó el término de asuntos inconclusos para referirse a aquellas situaciones en que la persona no expresa algo importante, generando tensiones físicas, emocionales y mentales y dejando una situación por resolver. Cuando dichos asuntos se acumulan, además de producir un distanciamiento en la pareja, lo que ocurre es que cuando haya oportunidad para sacar aquello que se quedó dentro pendiente de salir pugnará para poder resolverse. Por eso es fundamental no acumular sentimientos no expresados. Para algunas personas es difícil afrontar los conflictos, mostrar sus desacuerdos y expresar cuando algo les molesta. Normalmente cuando esto ocurre es porque suele haber una experiencia previa, seguramente en la etapa de la infancia, donde la persona no se sintió escuchada ni respetada en sus diferencias. Por eso es tan importante tener una actitud de aceptación incondicional al escuchar y no juzgar lo que la otra persona nos expresa. Si la persona tiene la seguridad de que el otro no le va a fallar, ni se va a ir de la relación le será mucho más fácil expresar un desacuerdo. Otra cuestión también importante es centrarse sólo en una persona. Es atender las emociones de una sola persona a la vez y luego las de la otra. Es entonces cuando pueden escuchar. Lo que les estaba ocurriendo a Antonio y a Rosa era que en lugar de escucharse se estaban defendiendo. Estaban los dos tan aferrados a sus argumentos y poniendo tanto énfasis en defender sus motivos que por un momento perdían la capacidad de darse cuenta de que delante tenían a una persona que trataba de hablar y perdían la capacidad de escuchar. Cuando fueron capaces de estar centrados en lo que cada uno tenía que decir y luego expresar en primera persona lo que les estaba ocurriendo sin juzgar ni criticar al otro fue cuando empezaron a tranquilizarse, a abrirse y a conectar con la sensación de que estaban empezando a resolver algo.
Un conflicto se puede solucionar cuando las dos personas implicadas tienen la habilidad para encontrarse con las emociones del otro, escuchar y atenderlas con apoyo. Es mucho más fácil en términos de riesgo emocional hablar de lo que hace el otro que hablar de lo que me pasa a mí. Sin embargo, cuando hablo de mi estoy dándole información al otro de cómo me impacta, de lo que produce en mí. Si hablo de lo que hace la otra persona lo que estoy haciendo es juzgar y culpabilizar y lo que provoca es la defensa. Si yo me siento atacado por ti lo que voy a hacer es defenderme. Si tú me hablas de ti, de lo que te pasa y lo que sientes, vas a despertar mi interés y voy a acercarme para escucharte. Los dos estaban resentidos y estaban exigiéndose mutuamente que el otro hiciera algo distinto sin explicitar sus necesidades. Los dos echaban la culpa al otro, sin reconocer cómo estaban contribuyendo cada uno al conflicto y no siendo claros con lo que querían.
Tal y como dice John O. Stevens, en su libro El Darse Cuenta, detrás de cada resentimiento hay una exigencia, y detrás de la exigencia una necesidad insatisfecha. Lo que suele ocurrir en muchas ocasiones es que hacemos peticiones encubiertas en lugar de responsabilizarnos de nuestras necesidades. Es entonces cuando culpamos a los demás de nuestro malestar y esperamos, seguramente con frustración, que los otros hagan algo para que estemos bien. Si expresamos nuestros resentimientos, las exigencias suelen ser claras y esto nos puede ayudar a conectar con nuestras necesidades que es donde suele estar el malestar. Rosa y Antonio se atrevieron a sincerarse y haciendo un recorrido por esta cadena pudieron llegar a darse cuenta de lo que había en el fondo de su discusión.
Ella le expresó a él: – “Estoy resentida contigo porque haces lo que te da la gana”. – “Yo te exijo que me hagas caso”. – “Yo necesito sentirme tenida en cuenta en lo que es importante para mí”. Y Antonio pudo expresarle a Rosa: – “Yo estoy resentido contigo porque siempre me estás criticando y te estás quejando de lo que hago”. – “Yo te exijo que me dejes en paz y dejes de juzgarme en cada cosa que hago”. – “Yo necesito sentirme aceptado por ti”.
Así pudieron llegar a conectar con lo que necesitaban en la relación y expresarlo claramente. Aquella sesión les sirvió para darse cuenta de lo que estaba haciendo cada uno y para aprender un poco más a escuchar y a saber cómo afrontar situaciones de conflicto para poder resolverlas. Cuando un conflicto se soluciona lo que suele ocurrir es que hay una cercanía mayor entre las partes.
Los conflictos nos dan la oportunidad de conocernos mejor y cuando los resolvemos evitamos acumular ese malestar de fondo que suele distanciar a las personas. Saber escuchar y sentirse escuchado por la otra persona es una experiencia que nos facilita la apertura, la cercanía y la resolución de las diferencias y desacuerdos.
• Habla en primera persona expresando lo que te molesta de la situación presente. Habla de ti y no de lo que hace o tiene que hacer el otro. “A mi me da mucha rabia cuando….” o “Para mi es importante…”. Es conveniente utilizar un lenguaje claro, directo y concreto, sin utilizar ese momento para recriminar ni quejarse de otras situaciones. Céntrate solo en un tema, haz referencia a los actos y no hagas atribuciones que ataquen al ser de la persona. No es lo mismo decir “Eres un desastre” que decir “A mí me molesta cuando dejas la ropa tirada por el sofá”.
• Haz una petición de cambio “Me gustaría pedirte…” poniéndote en el lugar de la otra persona “Entiendo que hacer esto pueda ser difícil para ti porque no estás acostumbrado a hacerlo…”. Para la otra persona será más fácil acceder a lo que le pedimos si percibe una actitud empática, y se siente entendido y tenido en cuenta.
• Escucha las palabras de la otra persona sin defenderte. Atiende a lo que el otro te dice estando totalmente presente y con una actitud receptiva y de apertura. Saber escuchar también es saber recibir lo desagradable o molesto y saber quedarse con eso sin que se tambalee nuestro suelo. Si yo tengo la sensación de que con tus palabras se mueven mis cimientos seguramente me voy a defender, sin embargo, si tengo claro que lo que estoy escuchando es una información que tú me das para que nos entendamos mejor será cuando pueda quedarme con ella.
• Interésate también por las emociones de la otra persona. “Me gustaría saber qué supone para ti escuchar esto que te estoy diciendo”. Atender a las emociones, expresándolas y escuchándolas, ayuda a resolver el conflicto. A veces damos por sentado cómo le podemos estar impactando al otro y no siempre acertamos. Si lo hacemos explícito preguntando directamente se producirá un mayor contacto entre nosotros.
• Dialoga y negocia lo que está dispuesto a hacer cada uno para llegar a un acuerdo en las diferencias que originaron el conflicto de manera que se llegue a una solución buena para ambas partes. Si somos flexibles, casi siempre se puede llegar a un consenso que sea adecuado para los dos. Date cuenta qué estás dispuesto a hacer y decide qué quieres aportar tú para la solución.
• Responde a la otra persona. Aprecia el riesgo que está asumiendo al venir a expresar su malestar y exprésale cómo ha sido para ti escucharle. “Me gusta que hayas venido a decirme como estabas con este tema y agradezco tu esfuerzo por tratar de entendernos”.
Responder es compartir el impacto que ha tenido en ti lo que te ha dicho la otra persona. Cuando damos esta información facilitamos que la otra persona se sienta valorada e importante.
Artículo publicado en el nº 94 de la Revista Mente Sana. Junio 2013.
Mireia Simó Rel Psicóloga. Terapeuta Gestalt Especializada en Intervención Familiar e Infantil Co-directora formación Técnicas Gestálticas Aplicadas a las Familias en el ITG (Instituto de Terapia Gestalt de Valencia)
Categorizado en: Pareja
Esta entrada fue escrita porCentro María Zambrano
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