Viaje a Nepal
septiembre 13, 2017 9:26 amFluyendo con la Vida
A mi Rimponche Eduardo Barceló
“Al igual que, en armonía con el cielo y con la tierra, una blanca nube de verano flota libremente, siguiendo de horizonte en horizonte, en el firmamento azul, el soplo de la atmósfera, el peregrino se abandona al soplo de la vida superior que… lo conduce, más allá del último horizonte, hacia una meta que ya está presente en su interior aunque todavía permanezca oculta a su mirada” Lama Govinda
El camino de las nubes blancas
Como peregrinos hemos viajado ligeros de equipaje “como los hijos de la mar” con las palabras de Machado. Sin aferrarnos a nada, sin coger las flores, ni temer las fieras, como Juan De la Cruz. Libres sin defensas, en la valentía y la generosidad de la entrega.
Nuestro objetivo era no tener objetivos, sino dejarnos arrastrar por el “soplo de la vida superior”, de lo que se nos fuese ofreciendo en nuestro camino… y a la vez habíamos leído a cerca del país y consultado con Josu y María José, unos amigos conocedores de la montaña y el budismo tibetano.
El libro de Peter Matthiessen, “El leopardo de las nieves” nos ha ido guiando, y lo hemos leído en voz alta, en las esperas fertiles, con una sincronicidad de física cuántica afinadísima; nos ha puesto palabras a nuestra aventura. Hace once años me lo regaló mi querido amigo Alfonso Bassave, también para él es un libro de referencia, de esos pocos que dejan un rastro de luz en el alma.
El viaje comenzó con una conversación con Isabel Jiménez Caballero, en los baños del Carmen, en Málaga, desgranar la impermanencia, la propia vida, compartir la certeza de que pertenecemos al sistema pero que no le pertenecemos, poder hablar con el corazón en la mano…
En El Valle de Katmandú, se encuentra el antiguo santuario de Bodhnath. Llegamos a la plaza a través de un laberinto de callecitas, donde monasterios y tiendecitas de abalorios, se acumulan en un caos embriagador. Atardece. El canto del sutra OM MANE PADME OM, reverbera en el aire. Y una marea humana gira como un río, en el sentido de las agujas del reloj al rededor de la estupa.
Me sumerjo en la corriente y me dejo llevar. Cada paso respiro y recito una sílaba del sutra. Todo me es familiar. El tiempo se detiene en un presente ancho y eterno.
Los ojos de Buda pintados encima de la cúpula blanca, me miran con la ecuanimidad y compasión de los ojos de Cristo en el icono copto de Jesús y el abad Menas. En las palabras del maestro Eckart: “El ojo con el que veo a Dios es el Ojo con el que Dios me ve”. Es también la mirada amorosa de mi madre que me acompaña siempre.
OM MANE PADME HUM. Está dirigido al dios que se ve dentro de mi. Yo la siento como un credo de transformación personal. Parte de la confianza, de que toda persona, desde su realidad particular, puede alcanzar la felicidad. De igual manera que el loto florece, alzándose sobre el fango.
Una de las traducciones posibles es: la joya en el loto. La belleza máxima de la persona se encuentra en su capacidad de florecer. Y es a través de la integración de las polaridades: masculino- femenino, persona humana -Universo,
OM MANE PADME HUM
OM, es la sílaba que me hace volver a casa, a mi verdadera naturaleza budica. Buda no es solo un personaje histórico, sino es el símbolo de la naturaleza humana consciente, de su propia Luz.
MA, invoca al corazón, al cuarto chakra, el verde esmeralda. Simboliza la capacidad de síntesis, de compasión, de capacidad de trascender las polaridades, la dualidad y los juicios.
NE, despierta el tercer chakra, el amarillo. Representa la voluntad, la disciplina, la capacidad de poner orden.
Y MANE, unido es el amor lucido, despierto, el orden de la Vida, que es el arte de amar. Es compasión y disciplina en armonía.
PAD, resuena en el quinto chakra, el azul índigo, abriendo la Voz, la sabiduría y la vocación.
ME, conecta con el segundo, el naranja, vinculándose con el altruismo, la capacidad generar riqueza, de alimentarse y alimentar.
Y PADME junto recuerda que la sabiduría solo se alcanza en la entrega altruista a los demás.
HUM, es un grito de celebración final.
“Crezco en estas montañas como el musgo. Aunque aquí hablamos poco, nunca estoy solo; he vuelto a mí mismo”
Peter Matthiessen
Desde el balcón del Hotel Himalayan Way, en Tatopany, contempló el Daulagiri. El cielo y la tierra se encuentran en la nieve resplandeciente. Me inclino ante la diosa de la montaña.
El río Kali Gandaki, el de la diosa negra, que destruye a su paso pueblos, discurre aterrador al lado de nuestra habitación. Es Agosto y el monzón se desata por las tardes en una lluvia espesa. Hemos llegado hasta aquí en un jeep Scorpio, gracias a la habilidad de Om, un sherpa sonriente y servicial. Comienzo mi día con el “Saludo al Sol” y una sentada de Zazen.
De repente un estertor gutural de la montaña provoca una avalancha monumental de piedras, bloqueando la carretera. Un pastor a dos metros, se para un segundo, levanta los brazos, se inclina juntando las manos, en señal de gratitud por seguir vivo y continúa su camino.
Podría haber muerto el pastor. Podríamos haber muerto nosotros en el Hotel. Aquí en los Himalayas, aprendo a mirar de frente a Kali, con la mirada ecuánime, atenta y libre de un animal salvaje.
Frente al vacío fértil del “no saber”, si podremos volver a Pokhara, si estamos aislados entre avalanchas, si el vuelo saldrá, si encontraremos medicinas… Se nos ha dado vivir una conexión, que sostenía la incertidumbre con humor.
Una de mis “metas” era visitar los monasterios Budistas de Kopan y Shechen, para poder compartir la meditación budista en comunidad. Pero Matthieu Ricard se encontraba en el Tíbet y el monasterio de Kopan permanecía cerrado al público por ofrecer un curso.
Peter Matthiesem adelantándose 44 años a mi experiencia lo desmenuza así: “Que el Gompa este cerrado y El Lama se haya marchado puede entenderse como reprimenda karmica a la ambición espiritual, una lección silenciosa a ese “yo” que todavía insiste en considerarse el centro. Se me ha ahorrado la desolación del éxito, la duda: ” es realmente esto lo que he venido a buscar desde tan lejos?”
Acepto incondicionalmente lo que es… este viaje me abre el corazón. Agradezco a Nepal la acogida, los ojos inmesos de sus niños y niñas, dibujados en la estupa de Boudhanat, el verde selvático de sus valles, las Annapurnas catedralicias, la visita a My Home la cálida casa de acogida a menores sin hogar, la convivencia fascinante con mi pareja y su hija…. !son más que suficientes!
¿He vivido en los monasterios?
¡No! ¿No es maravilloso?
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Esta entrada fue escrita porCentro María Zambrano
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