Calypso y el Centro Hípico Nevada
marzo 31, 2024 1:36 pmEs un sábado de Semana Santa, estamos en el Centro Hípico Nevada. Llueve a cántaros, los caballos no pueden salir a entrenar a la pista encharcada. Aprovechamos para tomarnos un vino y charlar a cerca de la filosofía que alienta al Centro Hípico Nevada.
Miguel Collado empieza a contarnos: “Luisa me regaló una lección hace años. Lo cual explica por qué somos socios y fundamos el Centro Hípico Nevada. Existió un caballo, que se llamaba Calipso, un tordo francés. Falleció hace poco en enero del 2024, y fue su vida y su historia las que inspiraron este espacio.
A Luisa le regalaron Calypso porque sufrió una lesión irrecuperable en las manos de delante. Lo iban a vender a la carnicería pero Luisa quiso quedarse con él para pasear desde la Zubia a la fuente del hervidero. Ella le cuidó durante cuatro años, le adaptó las herraduras, le dió masajes, rehabilitación, le refrescaba las articulaciones. Por esos entonces Ana empezó a competir con un caballo que era muy inferior al nivel deportivo al que podía aspirar.
Así que le propuse a Luisa, explicándole “El caballo que tiene tu hija se le queda pequeño, la está coartando deportivamente. Sin embargo, a Calyso podemos usarlo para tu hija Ana”.
Ella me respondió “Miguel, no es posible porque el caballo está cojo, sufrió una caída muy seria”. A lo que yo apuntillé: “Por lo que yo veo no es que está cojo, es cojo que es un término distinto. Si tuviese una lesión muscular sufriría por ello. No obstante, si a hora tiene una pierna más corta, su movilidad es perfecta, igual a cualquier otro caballo”.
Empecé a entrenar al caballo cojo, que estaba predestinado a la carnicería. Sufrí una caída tremenda, el caballo se asustó y me lanzó por las orejas varias veces. Tenía el accidente traumático todavía en su cabeza. Respondía poco a poco al trabajo de desensibilización, fue perdiendo el miedo, recuperó la confianza en sí mismo y en mí y se convirtió en un gran atleta. Ana compitió con él y llegó a saltar metro veinte, metro 30. Calypso hizo que Ana hoy sea la gran jinete profesional que es hoy.
Viajamos a Santander en verano a competir. El primer día del fin de semana Ana ganó y otro jinete muy importante de este país (que no hace falta mencionar) quedó segundo. Por tres veces consecutivas Ana venció al jinete con Calipso, quedando el otro en segundo lugar. Finalmente, este señor vino despechado y arrogante a a ofrecernos 120.000 € por el caballo para comprarlo.
Yo le respondí que el caballo no era mío pero que en principio se lo podíamos vender que no había problema, que yo hablaría con la dueña. Yo sabía que Luisa en aquel momento trabajaba en una empresa con una nómina justa, muy sencilla.
Pensé que era una oportunidad para ella. Que a una persona con un sueldo básico regalen un producto que después pueda vender por una cantidad tan alta, era un tren que no podía perder. Así que me apresuré para darle la buena noticia: “Luisa he vendido tu caballo” y me dijo “¿Ah, sí?” y le aclaré “He vendido tu caballo en 120.000 €” y me Luisa preguntó “¿Por qué?” le digo “Luisa por 120.000 €, por eso lo he vendido, por los 120.000 €”
Luisa me confrontó diciendo: “No, no lo quiero vender”.
Sorprendido y pensando que no me había entendido bien le pregunté: “Creo que no me has escuchado bien, has debido calcular un cero menos”.
En aquel momento lo que ella me explicó cambió mi concepto de la enseñanza en el mundo del caballo. “Imagínate Miguel, que yo vendo ese caballo por 120.000 €, lo cual me vendría muy bien, pero ¿Cómo voy a traicionar la confianza de mi hija por dinero? ¿Cómo hago yo para que ella con dieciséis años pase fines de semana conmigo? ¿De qué vamos a hablar si no es de caballos? ¿Qué podemos tener en común? Tal vez no vuelva a tener una oportunidad para conectar con ella”.
Hoy en día siguen unidas, todos los días hablan, discuten y negocian sobre las clases gracias a ese caballo y gracias a que Luisa no lo quiso vender. ¿Para qué? Para poder tener la oportunidad de seguir educando a su hija, para poder compartir unos valores de responsabilidad, compromiso, esfuerzo. Queremos que nuestras hijos y nuestros hijos estén orgullosos de nosotros, que podamos mirarles a los ojos y podamos compartir este espacio común. Para eso fundamos el Centro Hípico Nevada”.
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Esta entrada fue escrita porCentro María Zambrano
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