Actividad Física y Estrés
febrero 5, 2019 10:36 amActividad Física y Estrés.
El gran enemigo del estrés: la actividad física.
En un mundo donde el estrés forma parte de nuestra rutina cada vez se nos hace más difícil desconectar y respirar. Los horarios, el ruido, el tráfico, la inflexibilidad… Raro es el día en el cual no sentimos esa necesidad de llegar tarde o de no poder hacer algo porque no tenemos tiempo. Así pues, como un compañero de vida más, el estrés nos saluda con bastante frecuencia.
¿Es este malo? Al fin y al cabo, el estrés es “adaptativo”. En situaciones en las que está presente nuestro cuerpo se prepara para afrontar un peligro, respondiendo mejor a este. Niveles adecuados de estrés nos permiten un mejor rendimiento tanto físico como mental. El problema surge cuando este es crónico y/u ocupa demasiado tiempo en nuestras vidas, provocando no solo problema a la hora de llevar a cabo nuestros proyectos y metas, sino que también deteriora nuestra salud. Entre los efectos del estrés, uno de los más preocupantes es el que ejerce sobre el sistema inmune, debilitándolo, haciéndonos más propensos a sufrir enfermedades. Es importante controlar el estrés, hallar la manera en la que nos encontramos cómodos combatiéndolo. Hoy les propongo una de las maneras más estudiadas y demostradas de combatirlo, el ejercicio físico.
Efectos del ejercicio físico sobre el estrés
Como comenté antes, son muchos los estudios que han demostrado que la actividad física influye sobre variables psicológicas, en concreto, reduce el estrés. De hecho, esta es una de las razones por la que la actividad física se encuentra dentro de la gran mayoría de actividades que promocionen la salud psicológica, no solo la física. Así pues, los efectos que ejerce en la mejoría de la autoestima, la aparición de estados emocionales positivos y la disminución de la ansiedad son claves para la reducción del estrés.
A nivel hormonal, el ejercicio físico promueve la secreción de endorfinas, siendo estas clave para provocar en la persona un estado de bienestar y un correcto funcionamiento del sistema inmunitario.
Niveles de actividad física
Un concepto clave al explicar los efectos de la actividad física es que más actividad no conlleva necesariamente menos estrés. Con esto quiero decir que los niveles adecuados de ejercicio dependen de la persona y son los que generan mejores resultados sobre el estrés. Así pues, practicar un deporte a alto nivel o realizar actividad física excesiva pueden ejercer el efecto contrario sobre el estrés, aumentándolo.
La actividad física que más beneficio ha mostrado es la de tipo aeróbico, es decir, actividades de media/baja intensidad. La realización de forma regular de estas (unas 3 ó 4 veces por semana) ha demostrado ser muy beneficiosa para combatir el estrés. Siempre intentaremos mantener una tasa del 60 a al 80% de capacidad física para llevarlas a cabo, no excediendo de los 40 min de actividad. Controlando estos factores deberíamos poder crear un plan de actividad física fácil de implantar en nuestra rutina, pues su duración no es muy larga. Sería también muy beneficioso realizar estos ejercicios en lugares donde la persona se sienta relajada, a poder ser en lugares con mucha vegetación (siempre y cuando se pueda), para disminuir aún más la sensación de angustia y tensión. Es importante sentir que con la actividad desconectamos de los problemas del día a día.
Además, podemos implementar otras conductas (o más bien modificar las que ya tenemos) para mejorar la actividad física que realizamos durante el día. Disminuir el uso de vehículos aumentando el caminar o disminuir el uso del ascensor son algunos ejemplos. El objetivo es conseguir un mayor y mejor funcionamiento corporal.
Una vez que se ha instaurado una rutina de ejercicio en nuestro ritmo de vida podemos mejorar esta. Si estamos más habituados a realizar actividad física podemos subir paulatinamente el nivel, aumentando el tiempo e intensidad, pero presentando atención a que el propio ejercicio (o la ausencia de este) no se convierta en una fuente de estrés, pues volveríamos a la raíz del problema.
Mens sana in corpore sano
A modo de pequeño resumen, recordar que le estrés forma parte de nuestra y su presencia no tiene por qué ser sinónimo de un problema relacionado con la salud física o mental. Es el exceso lo que debe preocuparnos y por lo que debemos realizar cambios, a veces bastante significativos, en nuestra vida. Es aquí donde se recomienda el ejercicio, en dosis moderadas y adaptadas a la persona. Si te consideras una persona sedentaria y quieres poner en práctica estos consejos te recomiendo empezar por los niveles más bajos y, si te es posible, realizarlo acompañad@, fomentando así una actividad sana más la interacción social, siendo estos factores importantes en la salud y bienestar psicológico.
Para finalizar, estos son los puntos principales a tener en cuenta para la actividad física:
- Aeróbico, un ejercicio que suponga activación corporal pero que seamos capaces de realizar durante un prolongado espacio de tiempo.
- Realizarlo unas 3 ó 4 veces por semana.
- Prestar atención a nuestro cuerpo, observar si debemos subir o bajar el nivel.
- Realizar la actividad centrándonos en nosotros mismos, intentando perder la concepción del tiempo. Concentrarse en alcanzar metas es una buena forma de no pensar en los estresores del día a día.
- La realización en compañía, siempre y cuando esto no afecte negativamente a la realización de la actividad física, puede disminuir aún más el estrés.
Antonio I. Moreno Ropero.
Prácticum de Psicología de la Universidad de Granada.
Centro María Zambrano. 05/02/2019.
Bibliografía
- Bilbao, Á. (2015). Deporte y estrés: ¿cómo afecta a tu cerebro? Sportlife. https://www.sportlife.es/salud/articulo/deporte-estres-como-afecta-cerebro#pagina-1
- Brown, J.D. (1991). Staying fit and staying well: Physical fitness as a moderator of life stress. Journal of Personality and Social Psychology, 60, 555-561.
- Pérez-Llantada, M. C., & Remor, E. (2007). La Relación entre Niveles de la Actividad Física y la Experiencia de Estrés y de Síntomas de Malestar Físico. Interamerican Journal of Psychology, 41 (3), 313 – 322.
Categorizado en: Psicología
Esta entrada fue escrita porCentro María Zambrano
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