22 de Abril ¡118 Cumpleaños de Maria Zambrano!
abril 13, 2022 10:05 am
Me acuerdo de María Zambrano
Me acuerdo de sus ojos de una vez,
sus ojos desmirándome, hilachas de sus ojos
ordenando la niebla del salón.
Me acuerdo de la luz que se filtraba
por las persianas y se detenía
al borde del sofá tapizado de verde
y luego, al avanzar la tarde, se llevaba
consigo la otra luz, la de sus pensamientos
hilvanados con brillos, fulguraciones, soles.
Me acuerdo de Aristóteles, alígero y cordial,
de su alma de funámbulo,
de sus palabras tensas como cables
vibrando en el abismo que habia entre nosotros.
Me acuerdo de que yo dejaba de ser yo
y me recomenzaba y me extinguía
como un puente quemándose antes de construirse.
Me acuerdo de Blanquita,
del laberinto de sus uñas, de
cómo ronroneando me clavaba
sus sueños de ratones metafísicos
en el regazo, de que era la gata quien
parecía escribir, con su letra afilada,
las cartas de María
y las dedicatorias de sus libros.
Me acuerdo del cigarro fumándose sus manos,
que de pronto eran nubes
navegando en el cielo de la Idea.
Me acuerdo de los jabalies,
me acuerdo de su amor sin cazadores.
Me acuerdo de esperar en el Retiro,
mientras llega el momento de subir a su casa,
buscando la paloma de Kant que, como yo,
solo puede volar si un medio (el aire, el otro)
le opone resistencia.
Me acuerdo de sus libros, que represaba enteros
con rayas de mis lápices o troncos de castor
para ser cada gota del río de sus páginas.
Me acuerdo de quedarme callado sin saber
hacia dónde callarme, en qué silencio
me quedaría a solas, sin avideces, quieto,
sabiendo sin saber, como un claro del bosque
no sabe qué es un claro ni sabe qué es un bosque.
Me acuerdo de anudarle los cordones
de sus zapatos negros.
Me acuerdo de la anciana medio ciega,
lentísima y veloz como el asombro
de estar de pronto vivo entre los vivos,
guiando con sus pasos y sus risas
al joven visitante hasta la puerta.
Me acuerdo de ser ella
sin haber merecido todavía
haber sido yo mismo.
Me acuerdo de temblar bajando el ascensor.
Jesús Aguado
La metáfora del corazón
“En su ser carnal el corazón
tiene huecos, habitaciones abiertas”
María Zambrano
El corazón encierra la verdad de la vida.
Asemeja su forma a un bulbo
que se plante en la frondosa tierra
su interior es rojo puro
como el de una granada abierta.
La sangre poderosa no es más
que ese afán por el amor o la muerte
ese deseo de estrenar todos los mares
y de saltar todos los limites.
El corazón sereno nos envuelve
con ese latir sonoro que le acompaña
para hacernos sentir más intimos,
menos desarraigados y solos.
Las alas con las que consigue
convertirse en sueño o pájaro
agitan el vuelo cuando sufrimos
o lo amansan cuando gozamos.
La voz continua con la que se alimenta
y responde a todas nuestras preguntas
es la voz que se abre camino en la oscuridad,
la que perdona, compadece y ama.
Carmina Moreno
A María Zambrano
Donde se posan las gaviotas
en el deseo más humano
de un dios
en la sombra entendida
de un vaso
en las huellas rupestres
del corazón
en lo que se piensa
fuera del lenguaje
te buscas más allá
de lo posible
te buscas más allá
de tus zapatos.
Joan Albanell Mellado
Me he sentado en el centro del bosque a respirar
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la sabia de los troncos talados,
y, como roca voy respirando el silencio
y, como las raíces negras, respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado,
en un mundo visible, por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: «Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido».
Antonio Colinas
María se nos ha vuelto tan transparente
Que la vemos al mismo tiempo
En Suiza, en Roma o en La Habana.
Acompafiada de Araceli
No le teme al fuego ni al hielo.
Tiene los gatos frígidos
Y los gatos térmicos,
Aquellos fantasmas elasticos de Baudelaire
La miran tan despaciosamente
Que María temerosa comienza a escribir.
La he oído conversar desde Platón hasta Husserl
En días alternos y opuestos por el vértice,
Y terminar cantando un corrido mexicano .
Las olitas jónicas del Mediterraneo,
Los gatos que utilizaban la palabra como
Que según los egipcios unía todas las cosas
Como una metàfora inmutable,
Le hablaban al oído
Mientras Araceli trazaba un círculo magico
Con doce gatos zodiacales,
Y cada uno esperaba su momento
Para salmodiar E1 libro de los muertos.
María es ya para mí
Como una sibila
A la cual tenuamente nos acercamos,
Creyendo oír el centro de la tierra
Y el cielo de empíreo,
Que esta mas allà del cielo visible.
Vivirla, sentirla llegar como una nube,
Es como tomar una copa de vino
Y hundirnos en su légamo.
Ella todavía puede despedirse
Abrazada con Araceli,
Pero siempre retorna como una luz temblorosa.
José Lezama Lima
Categorizado en: María Zambrano, Poesía
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